FINA GIMÉNEZ LA MANGA/ la Verdad
«Soy de Cáceres y he venido a La Manga invitada por unos amigos. La zona es muy bonita, pero la verdad es que las playas podrían cuidarlas mucho más. Hay sitios donde apenas hay arena y está todo lleno de algas. Es un buen lugar para el turismo, pero está masificado y eso trae muchos problemas», comentaba el martes pasado en la Urbanización Marinasol, a pocos metros del puente del Estacio, Carmen Robellado. Como ella, decenas de vecinos y turistas se muestran muy quejosos por las deficiencias en infraestructuras, servicios y estado de las zonas de baño. Una redactora y un fotógrafo de La Verdad han hecho un recorrido por la zona para conocer la situación de los 24 kilómetros de lengua de tierra, de los quecuatro son del municipio de Cartagena y el resto de San Javier.
La entrada a La Manga por Las Triolas, en el enlace con Cabo de Palos, evidencia uno de los grandes asuntos de denuncia ciudadana: los atascos. La circulación es incesante en la Gran Vía, pero en las horas punta las colas se hacen eternas para los conductores que tratan de entrar o salir de esta verdadera ciudad comprimida a lo largo y a lo alto, pero también para quienes hacen recorridos cortos entre puntos distintos de ella.
La Comunidad Autónoma y los consistorios han llegado tarde para iniciar las obras de cuatro rotondas que agilicen la circulación. Y no hay planes alternativos, como instalar un tranvía. Muchos recurren al carril bici.
En el área del puerto Tomás Maestre y la playa del Estacio, alrededor del kilómetro 14, las retenciones son kilométricas y no son pocos quienes creen excesivas las esperar para que los barcos pasen. El martes, la plataforma estuvo elevada alrededor de tres cuartos de hora. A ello hay que sumarle la avería del jueves por la noche, que dejó tirados más de una hora a decenas de conductores.
Retrasos en los autobuses
El transporte público también suscita quejas. Durante las últimas semanas, los retrasos en el paso de los autobuses de Alsa que cubren el trayecto desde Cabo de Palos al final de La Manga han ido en aumento. Los usuarios protestan por las demoras continuas, ya que la frecuencia de paso llega a ser de una hora y media de noche, en lugar de los quince o treinta minutos habituales. Ya el hecho de que los buses pasen cada treinta minutos es motivo de enfado, porque por ejemplo en Cartagena el compromiso municipal es que el tiempo de espera en las marquesinas no sea superior a un cuarto de hora. Alsa ha reconocido el problema, que se repite ya varios años, pero en el consistorio cartagenero consideran que es un problema ligado a la propia limitación de espacio.
La suciedad y los malos olores se llevan la palma en la lista de críticas ciudadanas. De nuevo el canal de El Estacio destaca para mal, pero también Veneziola. La acumulación de algas en la orilla de la playa no sólo es un problema estético, sino de hedor.
«La gente trae aquí a sus perros para que hagan sus necesidades en la arena y los bañan donde luego juegan los niños», se lamentaba Amparo Martín, madrileña que veranea en el litoral murciano desde hace cinco años.
La falta de aceras junto al Zoco, la saturación de edificios sin zonas de esparcimiento que las separe o una estructura urbana que privilegia la acumulación de tiendas sin dar hueco para que los niños jueguen (como en la Plaza Bohemia) saltan a la vista.
«Faltan parques infantiles y tampoco hay zonas verdes con bancos. Está todo muy saturado», se queja Antonio Martín, también de Madrid y que pasa sus días de descanso junto a la familia en el costado del Mar Menor.
Recogida de basuras
En el kilómetro 11, hay viviendas construidas a ras de playa. Y en ciertos tramos sólo hay un carril por sentido por la escasa distancia entre el Mar Mediterráneo y el Mar Menor. Eso sí, enormes edificios se alzan a ambos lados.
Además de la falta de áreas deportivas y culturales, la dificultad de acceso a las zonas de baño es otro asunto que va de boca en boca. La privatización de urbanizaciones deja casi sin zonas de aparcamiento a quienes no tiene casa en propiedad o alquiler. Por decenas (en Las Sirenas, Los Delfines...), hay vallas y puertas con el mensaje: prohibido «excepto propietarios».
En cuanto al servicio de recogida de basura y el poco civismo de quienes tiran las bolsas (incluso fuera de los contenedores) fuera del horario previsto cunde sobre todo en la zona de San Javier.
El catálogo de deficiencias es amplio, e incluye el estancamiento de las aguas junto al campo de golf del final de La Manga. Y un triste clásico de todos los veranos: el edificio fantasma, el que siguen sin derribar entre El Galán y el Pedrucho. Lleva ya la friolera de 37 años a medio construir
La entrada a La Manga por Las Triolas, en el enlace con Cabo de Palos, evidencia uno de los grandes asuntos de denuncia ciudadana: los atascos. La circulación es incesante en la Gran Vía, pero en las horas punta las colas se hacen eternas para los conductores que tratan de entrar o salir de esta verdadera ciudad comprimida a lo largo y a lo alto, pero también para quienes hacen recorridos cortos entre puntos distintos de ella.
La Comunidad Autónoma y los consistorios han llegado tarde para iniciar las obras de cuatro rotondas que agilicen la circulación. Y no hay planes alternativos, como instalar un tranvía. Muchos recurren al carril bici.
En el área del puerto Tomás Maestre y la playa del Estacio, alrededor del kilómetro 14, las retenciones son kilométricas y no son pocos quienes creen excesivas las esperar para que los barcos pasen. El martes, la plataforma estuvo elevada alrededor de tres cuartos de hora. A ello hay que sumarle la avería del jueves por la noche, que dejó tirados más de una hora a decenas de conductores.
Retrasos en los autobuses
El transporte público también suscita quejas. Durante las últimas semanas, los retrasos en el paso de los autobuses de Alsa que cubren el trayecto desde Cabo de Palos al final de La Manga han ido en aumento. Los usuarios protestan por las demoras continuas, ya que la frecuencia de paso llega a ser de una hora y media de noche, en lugar de los quince o treinta minutos habituales. Ya el hecho de que los buses pasen cada treinta minutos es motivo de enfado, porque por ejemplo en Cartagena el compromiso municipal es que el tiempo de espera en las marquesinas no sea superior a un cuarto de hora. Alsa ha reconocido el problema, que se repite ya varios años, pero en el consistorio cartagenero consideran que es un problema ligado a la propia limitación de espacio.
La suciedad y los malos olores se llevan la palma en la lista de críticas ciudadanas. De nuevo el canal de El Estacio destaca para mal, pero también Veneziola. La acumulación de algas en la orilla de la playa no sólo es un problema estético, sino de hedor.
«La gente trae aquí a sus perros para que hagan sus necesidades en la arena y los bañan donde luego juegan los niños», se lamentaba Amparo Martín, madrileña que veranea en el litoral murciano desde hace cinco años.
La falta de aceras junto al Zoco, la saturación de edificios sin zonas de esparcimiento que las separe o una estructura urbana que privilegia la acumulación de tiendas sin dar hueco para que los niños jueguen (como en la Plaza Bohemia) saltan a la vista.
«Faltan parques infantiles y tampoco hay zonas verdes con bancos. Está todo muy saturado», se queja Antonio Martín, también de Madrid y que pasa sus días de descanso junto a la familia en el costado del Mar Menor.
Recogida de basuras
En el kilómetro 11, hay viviendas construidas a ras de playa. Y en ciertos tramos sólo hay un carril por sentido por la escasa distancia entre el Mar Mediterráneo y el Mar Menor. Eso sí, enormes edificios se alzan a ambos lados.
Además de la falta de áreas deportivas y culturales, la dificultad de acceso a las zonas de baño es otro asunto que va de boca en boca. La privatización de urbanizaciones deja casi sin zonas de aparcamiento a quienes no tiene casa en propiedad o alquiler. Por decenas (en Las Sirenas, Los Delfines...), hay vallas y puertas con el mensaje: prohibido «excepto propietarios».
En cuanto al servicio de recogida de basura y el poco civismo de quienes tiran las bolsas (incluso fuera de los contenedores) fuera del horario previsto cunde sobre todo en la zona de San Javier.
El catálogo de deficiencias es amplio, e incluye el estancamiento de las aguas junto al campo de golf del final de La Manga. Y un triste clásico de todos los veranos: el edificio fantasma, el que siguen sin derribar entre El Galán y el Pedrucho. Lleva ya la friolera de 37 años a medio construir
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