Más de veinte homicidios cometidos en las últimas dos décadas en la Región siguen aún impunes
16.11.09 -
A. NEGRE MURCIA / La Verdad
16.11.09 -
A. NEGRE MURCIA / La Verdad
El cuerpo de María Ángeles Moreno Sánchez apareció sepultado en el mar de margaritas amarillas de una finca agrícola de La Palma. La habían violado, degollado y seccionado varios dedos de una mano. Su cadáver estaba carbonizado. El o los asesinos de esta joven vecina de Torre Pacheco se tomaron muchas molestias para borrar sus huellas. Y lo lograron. A día de hoy, un año y medio después de ese horrendo crimen, no se ha conseguido todavía desenmascarar al verdugo. No es el único caso. Una veintena de crímenes, cometidos en la Región en las últimas décadas, siguen aún impunes.
Los expedientes de estos asesinatos permanecen aún en los despachos de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Algunos casos están grabados a fuego en la mente de estos agentes que trabajaron intensamente para que no escapara el más mínimo detalle. Son una espina clavada. No se debe a una falta de esfuerzo. Las circunstancias que rodearon a estos casos los hicieron especialmente difíciles de resolver. La ausencia de testigos, de un móvil que justifique el crimen o de huellas son, en opinión de los expertos en homicidios, los principales obstáculos para resolver un caso.
La importancia de una buena inspección ocular se hizo evidente en el crimen de Antonio Muñoz Garrido, un joven de 23 años afincado en San Basilio. Su asesino le sorprendió por la espalda y le asestó un golpe brutal con una barra de hierro en la cabeza. Era agosto de 1993. Al conocer el crimen, sus familiares clamaron justicia sobre el cuerpo ensangrentado de la víctima. Con su presencia en el escenario del crimen estaban, sin saberlo, borrando las posibilidades de lograrla. Las huellas del asesino, si es que las hubo, desaparecieron. Dieciséis años después nadie conoce aún su identidad.
Tampoco existen pistas, por el momento, sobre quién asestó medio centenar de puñaladas a José Villanueva López, un representante de jamones de Algezares, casado y con cinco hijos. En enero de 1933 un grupo de excursionistas encontró su cuerpo en el Puerto del Garruchal.
Uno de los crímenes sin solución que perviven más vivamente en la memoria es, sin duda, el de Luis Armero y su esposa María del Carmen Puertas. El 15 de mayo de 1990 ambos perdieron la vida al recibir en su vivienda de la pedanía torrepachequera de Roldán un paquete bomba de fabricación casera. La Benemérita sospechó, desde un principio, que podía tratarse de un problema de celos y llegó a interrogar al ex marido de la fallecida, un militar retirado, contra el que nunca se formuló cargo alguno. No había pruebas sólidas.
El marroquí M. L. acababa de alcanzar la mayoría de edad cuando fue ingresado en el hospital Rafael Méndez de Lorca, el 26 de diciembre de 2001. Entró con un disparo en el vientre que, pese al esfuerzo de los médicos, se cobró su vida. La agresión se había producido en Puerto Lumbreras y fue allí donde la Policía Nacional comenzó sus pesquisas. Meses después, se dio carpetazo a este caso. Está policialmente resuelto, pero su autor se encuentra en paradero desconocido.
Sospechosos absueltos
José García Martínez, un empresario de Sangonera La Seca de 35 años, es otra de las víctimas que clama justicia. Su caso lleva desde febrero del 2003 esperando una respuesta. Un mes después de que Isabel Manzano, su mujer, denunciara su desaparición, su cadáver fue encontrado en un aljibe de la pedanía murciana de Corvera. Murió de un disparo en la frente.
La investigación desveló que José se dedicaba a la compraventa de vehículos de lujo robados. Dos supuestos socios de la víctima fueron interrogados en los días posteriores al crimen. Todos los indicios apuntaban, al menos en esos momentos, a que el asesinato se produjo por un ajuste de cuentas. La realidad es todavía una incógnita.
Este empresario no ha sido el único cadáver en aparecer en el fondo de un pozo. Dos meses después de este caso, el 28 de abril del 2003, una corazonada de la madre de Ángel Navarro, un joven vecino de Totana de 34 años, condujo a la Guardia Civil a rastrear los pozos en las proximidades de La Santa. En uno de ellos, amordazado y envuelto en plásticos, se encontraba el cuerpo de Ángel. Al parecer, tal y como revelaron las primeras pesquisas, la víctima trapicheaba con drogas y, a tenor de los mensajes de su teléfono móvil, debía algún dinero a un narco.
Las investigaciones de la Benemérita acabaron con la detención de cuatro personas, vinculadas a un gimnasio de Totana, como responsables de la muerte. Sin pruebas de ADN, ni un móvil claro, la Audiencia Provincial concluyó, sin embargo, que no había «prueba alguna» para achacarles este asesinato. El magistrado terminó absolviéndolos e instó a la Guardia Civil a continuar con sus pesquisas para dar con «los verdaderos autores» de este horrendo crimen.
La familia de Blas Muñoz, un encofrador de 32 años, tampoco descansa desde que el 20 de julio de 2005 su cuerpo fue hallado molido a estacazos en un antiguo almacén del Ejército en el barrio cartagenero de Santa Lucía, refugio de toxicómanos y prostitutas. «Si mi hermano hubiese sido un hombre de alto nivel, su asesino ya estaría en la cárcel», clamaban años después, Mari Carmen y Manoli, dos de sus hermanas. El único detenido por este crimen fue puesto en libertad meses después por falta de pruebas.
Cruel fue también la muerte de Domingo Torregrosa. La última víctima que engrosa esta lista. Este empresario murciano de 33 y residente en la localidad alicantina de La Algorfa apareció maniatado, acuchillado y mutilado en un abrupto paraje de Sierra Escalona. Fue el 23 de junio de este año. Aquella noche Domingo salió a tomar unas copas con sus amigos por la urbanización y, en un momento de la noche, regresó a su casa a coger algo. No se supo más de él hasta el macabro descubrimiento de su cuerpo. Su asesino también anda suelto.
Los expedientes de estos asesinatos permanecen aún en los despachos de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Algunos casos están grabados a fuego en la mente de estos agentes que trabajaron intensamente para que no escapara el más mínimo detalle. Son una espina clavada. No se debe a una falta de esfuerzo. Las circunstancias que rodearon a estos casos los hicieron especialmente difíciles de resolver. La ausencia de testigos, de un móvil que justifique el crimen o de huellas son, en opinión de los expertos en homicidios, los principales obstáculos para resolver un caso.
La importancia de una buena inspección ocular se hizo evidente en el crimen de Antonio Muñoz Garrido, un joven de 23 años afincado en San Basilio. Su asesino le sorprendió por la espalda y le asestó un golpe brutal con una barra de hierro en la cabeza. Era agosto de 1993. Al conocer el crimen, sus familiares clamaron justicia sobre el cuerpo ensangrentado de la víctima. Con su presencia en el escenario del crimen estaban, sin saberlo, borrando las posibilidades de lograrla. Las huellas del asesino, si es que las hubo, desaparecieron. Dieciséis años después nadie conoce aún su identidad.
Tampoco existen pistas, por el momento, sobre quién asestó medio centenar de puñaladas a José Villanueva López, un representante de jamones de Algezares, casado y con cinco hijos. En enero de 1933 un grupo de excursionistas encontró su cuerpo en el Puerto del Garruchal.
Uno de los crímenes sin solución que perviven más vivamente en la memoria es, sin duda, el de Luis Armero y su esposa María del Carmen Puertas. El 15 de mayo de 1990 ambos perdieron la vida al recibir en su vivienda de la pedanía torrepachequera de Roldán un paquete bomba de fabricación casera. La Benemérita sospechó, desde un principio, que podía tratarse de un problema de celos y llegó a interrogar al ex marido de la fallecida, un militar retirado, contra el que nunca se formuló cargo alguno. No había pruebas sólidas.
El marroquí M. L. acababa de alcanzar la mayoría de edad cuando fue ingresado en el hospital Rafael Méndez de Lorca, el 26 de diciembre de 2001. Entró con un disparo en el vientre que, pese al esfuerzo de los médicos, se cobró su vida. La agresión se había producido en Puerto Lumbreras y fue allí donde la Policía Nacional comenzó sus pesquisas. Meses después, se dio carpetazo a este caso. Está policialmente resuelto, pero su autor se encuentra en paradero desconocido.
Sospechosos absueltos
José García Martínez, un empresario de Sangonera La Seca de 35 años, es otra de las víctimas que clama justicia. Su caso lleva desde febrero del 2003 esperando una respuesta. Un mes después de que Isabel Manzano, su mujer, denunciara su desaparición, su cadáver fue encontrado en un aljibe de la pedanía murciana de Corvera. Murió de un disparo en la frente.
La investigación desveló que José se dedicaba a la compraventa de vehículos de lujo robados. Dos supuestos socios de la víctima fueron interrogados en los días posteriores al crimen. Todos los indicios apuntaban, al menos en esos momentos, a que el asesinato se produjo por un ajuste de cuentas. La realidad es todavía una incógnita.
Este empresario no ha sido el único cadáver en aparecer en el fondo de un pozo. Dos meses después de este caso, el 28 de abril del 2003, una corazonada de la madre de Ángel Navarro, un joven vecino de Totana de 34 años, condujo a la Guardia Civil a rastrear los pozos en las proximidades de La Santa. En uno de ellos, amordazado y envuelto en plásticos, se encontraba el cuerpo de Ángel. Al parecer, tal y como revelaron las primeras pesquisas, la víctima trapicheaba con drogas y, a tenor de los mensajes de su teléfono móvil, debía algún dinero a un narco.
Las investigaciones de la Benemérita acabaron con la detención de cuatro personas, vinculadas a un gimnasio de Totana, como responsables de la muerte. Sin pruebas de ADN, ni un móvil claro, la Audiencia Provincial concluyó, sin embargo, que no había «prueba alguna» para achacarles este asesinato. El magistrado terminó absolviéndolos e instó a la Guardia Civil a continuar con sus pesquisas para dar con «los verdaderos autores» de este horrendo crimen.
La familia de Blas Muñoz, un encofrador de 32 años, tampoco descansa desde que el 20 de julio de 2005 su cuerpo fue hallado molido a estacazos en un antiguo almacén del Ejército en el barrio cartagenero de Santa Lucía, refugio de toxicómanos y prostitutas. «Si mi hermano hubiese sido un hombre de alto nivel, su asesino ya estaría en la cárcel», clamaban años después, Mari Carmen y Manoli, dos de sus hermanas. El único detenido por este crimen fue puesto en libertad meses después por falta de pruebas.
Cruel fue también la muerte de Domingo Torregrosa. La última víctima que engrosa esta lista. Este empresario murciano de 33 y residente en la localidad alicantina de La Algorfa apareció maniatado, acuchillado y mutilado en un abrupto paraje de Sierra Escalona. Fue el 23 de junio de este año. Aquella noche Domingo salió a tomar unas copas con sus amigos por la urbanización y, en un momento de la noche, regresó a su casa a coger algo. No se supo más de él hasta el macabro descubrimiento de su cuerpo. Su asesino también anda suelto.
Paquete bomba en Roldán (1990)Luis Armero y María del Carmen Puertas encontraron la muerte en su vivienda de Roldán por la explosión de un paquete bomba de fabricación casera.
Violada y quemada en La Palma (2008)María Ángeles Moreno Sánchez, vecina de la pedanía de La Palma de Torre Pacheco, fue violada y su cadáver apareció carbonizado. Hubo un detenido que fue puesto en libertad por falta de pruebas.
Empresario acuchillado y maniatado (2009)El cadáver de Domingo Torregrosa, un empresario murciano de 33 años residente en La Algorfa, apareció en Sierra Escalona maniatado, acuchillado y mutilado.
Una joven en la cuneta (1991)El cadáver de la joven María B. M. apareció, en la madrugada del 5 de diciembre de 1991, en la cuneta de la nacional 301. Murió de un golpe en la cabeza. Su asesino sigue libre.
Molido a estacazos (2005)Blas Muñoz, de 32 años, tuvo una muerte cruel. Su cuerpo fue hallado en Santa Lucía molido a estacazos.
Apuñalado en El Garruchal (1993)El cadáver de José Villanueva fue hallado en el Puerto del Garruchal cosido con más de 50 puñaladas.
Asesinado de un tiro (2003)H. Z. A, un boliviano de 35 años, fue hallado en un huerto de Santomera con un tiro en la cabeza.
En la mota del río (2000)Un ciclista encuentra en la mota del río Segura, a la altura del cuartel de Artillería, el cadáver de un marroquí que murió de una certera puñalada en el corazón.
En el fondo de un pozo de Totana (2003)Una corazonada de la madre de Ángel Navarro condujo a la Guardia Civil al fondo de un pozo cercano a la carretera de La Santa, en Totana. Su cuerpo estaba envuelto en plásticos y amordazado.
Un muerto anónimo (2001)Unos cazadores que caminaban por el alhameño Cabezo de Molata descubren el cuerpo sin vida de un marroquí, que no ha sido identificado. Presentaba una herida en la cabeza.
Un tiro y al aljibe (2003)El cuerpo del empresario José García Martínez apareció en un aljibe de la pedanía murciana de Corvera un mes después de que su mujer denunciara su desaparición.
Un camello degollado en Guadalupe (2003)José Alegría, un presunto camello de Guadalupe, es hallado degollado en su casa. Meses después, la Policía detuvo a dos sospechosos del crimen, pero el juez no lo vio claro y les puso en libertad con cargos.
Violada y quemada en La Palma (2008)María Ángeles Moreno Sánchez, vecina de la pedanía de La Palma de Torre Pacheco, fue violada y su cadáver apareció carbonizado. Hubo un detenido que fue puesto en libertad por falta de pruebas.
Empresario acuchillado y maniatado (2009)El cadáver de Domingo Torregrosa, un empresario murciano de 33 años residente en La Algorfa, apareció en Sierra Escalona maniatado, acuchillado y mutilado.
Una joven en la cuneta (1991)El cadáver de la joven María B. M. apareció, en la madrugada del 5 de diciembre de 1991, en la cuneta de la nacional 301. Murió de un golpe en la cabeza. Su asesino sigue libre.
Molido a estacazos (2005)Blas Muñoz, de 32 años, tuvo una muerte cruel. Su cuerpo fue hallado en Santa Lucía molido a estacazos.
Apuñalado en El Garruchal (1993)El cadáver de José Villanueva fue hallado en el Puerto del Garruchal cosido con más de 50 puñaladas.
Asesinado de un tiro (2003)H. Z. A, un boliviano de 35 años, fue hallado en un huerto de Santomera con un tiro en la cabeza.
En la mota del río (2000)Un ciclista encuentra en la mota del río Segura, a la altura del cuartel de Artillería, el cadáver de un marroquí que murió de una certera puñalada en el corazón.
En el fondo de un pozo de Totana (2003)Una corazonada de la madre de Ángel Navarro condujo a la Guardia Civil al fondo de un pozo cercano a la carretera de La Santa, en Totana. Su cuerpo estaba envuelto en plásticos y amordazado.
Un muerto anónimo (2001)Unos cazadores que caminaban por el alhameño Cabezo de Molata descubren el cuerpo sin vida de un marroquí, que no ha sido identificado. Presentaba una herida en la cabeza.
Un tiro y al aljibe (2003)El cuerpo del empresario José García Martínez apareció en un aljibe de la pedanía murciana de Corvera un mes después de que su mujer denunciara su desaparición.
Un camello degollado en Guadalupe (2003)José Alegría, un presunto camello de Guadalupe, es hallado degollado en su casa. Meses después, la Policía detuvo a dos sospechosos del crimen, pero el juez no lo vio claro y les puso en libertad con cargos.
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