Algunos de los participantes eran de San Javier, como el profesor de viola Lesster Mejías ,la directora de la coral Stella Maris Björk y concejal de cultura Inmaculada García Sánchez o la joven promesa del canto lírico Ismael Cerezuela.
La relación pormenorizada de los ocho coros con sus respectivos directores más la Sinfónica y el cuadro de solistas que han tomado parte en este concierto participativo que nos ha regalado la Obra Social La Caixa, casi ocuparía por sí sola el espacio habitual dedicado a estos eventos, cuyo verdadero y absoluto protagonista, en realidad, no ha sido otro que el incomparable Wolgang Amadeus Mozart, representado, en este caso, por el estreno de una de sus sinfonías salzburguesas, escritas a sus dieciséis años, en busca, ya, de un modelo que olvidara sus orígenes italianos. En el momento de componer su gran Misa 'De la Coronación' había adquirido ya esa perfección divina que hace de él un creador único e irrepetible.
Al servicio de este arte sublime, como ningún otro, se afanaron nuestros coros (Bartolomé Pérez Casas y Modus Novus de Lorca, Polifónica Carthagonova, Hims Mola de Molina de Segura, Agrupación Musical de Alhama y Grupo Vocal Cororao, Modus Novus, Fecorem y Fernández Caballero de Murcia) con un entusiasmo y una dedicación ejemplarizantes que a todos ellos les honra, distribuídos entre el escenario y los dos primeros pisos de la Sala Narciso Yepes del Auditorio en un espectacular montaje que tuvo su antecedente en uno de los conciertos inaugurales del propio Auditorio, con los Carmina Burana' de Carl Orff por la Orquesta de Jóvenes y toda la 'grey' cantora de la propia Molina de Segura.
Pero como prueba de fuego, ninguna otra de mayor calado como la que tuvo que afrontar la Sinfónica de la Región, coronando una brillante temporada, y sin embargo no exenta de tribulaciones, y superando admirablemente, bajo la dirección de su titular José Miguel Rodilla, el comprometido papel de la música mozartiana, para cualquiera de sus intérpretes la más temida del mundo. La estruendosa ovación con la que fue recibida bien pudo ser el refrendo a esa labor ,y desde el firme convencimiento de que es el pilar básico e indispensable que da sentido a todo el resto de nuestra vida musical, como por ejemplo, a sesiones tan hermosas y participativas como la que acabamos de presenciar.
De telón de fondo estaba, además, el sentimiento de solidaridad con Lorca; y como apoyo especial, el concurso de un solvente cuadro solista (María Espada, soprano; Cristina Faus, mezzo; Juan Sancho, tenor; y Enric Martínez-Castignani, bajo) en el que la presencia de la soprano María Espada llevaba a recordar a aquella delicada e inolvidable Pamina suya de hace ocho años en el mismo escenario del Auditorio -de la mano de la Asociación Pro Música- y que ahora se hacía patente en ese prodigioso lamento del Agnus Dei, claro antecedente de la ternura del 'Dove sono' de 'Las bodas de Fígaro' que cantó y vistió como un verdadero ser angelical. Fue entonces cuando escuché a mi vecinita Julia, de cuatro años, decir a su madre «esto sí que me gusta». Acaso era su sencilla manera de protestar contra ese Mozart distorsionado por un exceso de espectacularidad y gritón, que fue la tónica de esta, repito, aleccionadora y reconfortante sesión que tuvo de asistentes a las primeras autoridades regionales y locales, entre ellas el alcalde de Lorca, y a un público que casi completó el aforo de la sala.
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