Detenida la niñera, que pidió un rescate de 230.000 euros
PABLO ORDAZ - México - 20/02/2010 /
PABLO ORDAZ - México - 20/02/2010 /
Desde la mañana del lunes 8 de febrero hasta la tarde del viernes 12, una niña española de dos años permaneció secuestrada en algún lugar de la ciudad de México. Como todos los días, la única hija de Luis Zapico, agregado comercial de la Embajada de España, salió de su casa, en el barrio de Polanco, para dar un paseo de la mano de su niñera, una muchacha de 17 años, hermana del portero del edificio. No se supo nada de ellas hasta las cinco de la tarde. Fue a esa hora cuando sonó el teléfono fijo de la casa y una voz de mujer confirmó las peores sospechas: la niña y su cuidadora estaban secuestradas.
La secuestradora fue tajante. Si querían volver a ver a la niña con vida, tendrían que pagar un rescate de cuatro millones de pesos mexicanos (unos 230.000 euros). En la media hora siguiente, la mujer volvió a telefonear otras tres veces. Tenía especial interés en recalcar que, si los padres avisaban a la policía, mataría a la niña y a su cuidadora.
Por desgracia, los secuestros no son un delito raro en la ciudad de México. Pero sí los secuestros de niños pequeños. Las redes del crimen prefieren buscar entre sus víctimas a adolescentes -hijos de empresarios o de gente pudiente- o directamente a adultos capaces de disponer en poco tiempo de dinero contante y sonante. Por eso, a las autoridades mexicanas -puestas en alerta por la Embajada española- les extrañó desde un principio el caso. El hecho de que los captores tuvieran el teléfono fijo de la casa -la niña no podía habérselo facilitado- indicaba que habría que trabajar con dos hipótesis. O bien se trataba de una red criminal con muy buena información, y por tanto con capacidad y sangre fría para matar a la niña y a su cuidadora si las cosas se complicaban, o tal vez detrás de la voz distorsionada de la secuestradora se escondiera alguien muy cercano a la familia.
La dirección general de Secuestros de la Policía Federal se hizo cargo de la investigación y, por primera vez, permitió que expertos de la policía española viajaran al Distrito Federal para trabajar de forma conjunta. Optaron por reunir el dinero del rescate. Y por fin el viernes, la secuestradora -siempre la misma voz joven al otro lado del teléfono- conminó a Luis Zapico a que tuviera el dinero preparado. A cambio, ofrecía una prueba de vida: sería la propia niñera la que acudiría a recoger el rescate. Así fue. La niñera garantizó a la familia que la niña se encontraba bien y se llevó el dinero.
Los investigadores decidieron seguirla. Casi al mismo tiempo, una mujer telefoneó a la policía desde una estación de autobuses. Denunció que una muchacha le había pedido que cuidara durante unos minutos de un bebé, pero que se estaba retrasando. La policía no tardó en comprobar que la secuestradora y la niñera eran la misma persona. Tras la detención, confesó que había tenido oculta a su víctima en un hotel de mala muerte del centro de México. Ahora los investigadores tratan de determinar si la muchacha actuó sola. Lo más importante es que la niña se encuentra en perfecto estado.
Por desgracia, los secuestros no son un delito raro en la ciudad de México. Pero sí los secuestros de niños pequeños. Las redes del crimen prefieren buscar entre sus víctimas a adolescentes -hijos de empresarios o de gente pudiente- o directamente a adultos capaces de disponer en poco tiempo de dinero contante y sonante. Por eso, a las autoridades mexicanas -puestas en alerta por la Embajada española- les extrañó desde un principio el caso. El hecho de que los captores tuvieran el teléfono fijo de la casa -la niña no podía habérselo facilitado- indicaba que habría que trabajar con dos hipótesis. O bien se trataba de una red criminal con muy buena información, y por tanto con capacidad y sangre fría para matar a la niña y a su cuidadora si las cosas se complicaban, o tal vez detrás de la voz distorsionada de la secuestradora se escondiera alguien muy cercano a la familia.
La dirección general de Secuestros de la Policía Federal se hizo cargo de la investigación y, por primera vez, permitió que expertos de la policía española viajaran al Distrito Federal para trabajar de forma conjunta. Optaron por reunir el dinero del rescate. Y por fin el viernes, la secuestradora -siempre la misma voz joven al otro lado del teléfono- conminó a Luis Zapico a que tuviera el dinero preparado. A cambio, ofrecía una prueba de vida: sería la propia niñera la que acudiría a recoger el rescate. Así fue. La niñera garantizó a la familia que la niña se encontraba bien y se llevó el dinero.
Los investigadores decidieron seguirla. Casi al mismo tiempo, una mujer telefoneó a la policía desde una estación de autobuses. Denunció que una muchacha le había pedido que cuidara durante unos minutos de un bebé, pero que se estaba retrasando. La policía no tardó en comprobar que la secuestradora y la niñera eran la misma persona. Tras la detención, confesó que había tenido oculta a su víctima en un hotel de mala muerte del centro de México. Ahora los investigadores tratan de determinar si la muchacha actuó sola. Lo más importante es que la niña se encuentra en perfecto estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario