domingo, 7 de agosto de 2011

SAN JAVIER/ Los primeros pasos de su señoría

Pese a ser el tercero de su promoción, eligió San Javier, un partido judicial que cuadruplica la media de asuntos
 
A primera vista nadie podría entrever la inexperiencia de Miguel Rivera. Solo sus 30 años le delatan. Cuando se calza la toga, este abanillero, nuevo titular del juzgado de Instrucción número 6 de San Javier, imparte justicia con la misma seriedad y rectitud que el más veterano magistrado. Como si llevara toda una vida en ello. Pese a encontrarse al frente de un partido judicial que cuadruplica la carga media de asuntos, Miguel no pierde ni un ápice de ilusión. Exprime al máximo su jornada y no duda en empeñar sus tardes y sábados para 'despachar' asuntos con la mayor celeridad. Un equipo de 'La Verdad' ha acompañado a este joven en sus primeras semanas como juez. A su lado se respira una mezcla de vértigo, esperanza y responsabilidad. Son los primeros pasos de su señoría.
«Mi primera semana coincidió con la de guardia y fue muy dura, con casos muy complicados. Mis compañeros bromean y dicen que después de eso estoy preparado para todo». Miguel Rivera llegó al juzgado de Instrucción número 6 de San Javier atraído por la costa y la cercanía a la capital. «Me gusta mucho la playa, aunque ya me han dicho que mucho no la voy a pisar», comenta sonriente. Tercero de su promoción, logró sacarse la oposición en apenas tres años. Todo un récord. «No tengo ningún familiar juez, ni una vocación tremenda, pero tenía claro desde un principio que quería ser funcionario, la función pública».
La de juez hace gala a su fama y es una de las oposiciones más duras en España. Aunque Miguel no oculta las muchas horas de estudio que le ha costado llegar donde está, recalca que la vida de un aspirante a juez no es como la pintan. Ellos también pisan la calle. «Es cierto que te sacrificas mucho, pero como cualquier persona que dedica esfuerzo a lo que hace. Tengo amigos abogados que trabajan en bufetes y echaban tantas horas en sus despachos como yo estudiando», explica. «Yo, por ejemplo, vivía con la que ahora es mi mujer mientras me preparaba».
Tras muchos años de hincar codos llegó la etapa de prácticas y en esa fase Miguel se convirtió en la sombra de dos jueces de Instrucción e Instancia de Murcia, José Moreno y Andrés Carrillo. «Con los tutores tuve una suerte tremenda». De su mano, se asomó a la profesión y aprendió las vicisitudes de la judicatura. Este verano, sin embargo, ha llegado el momento de volar solo. La hora de la verdad. Miguel Rivera se ha colocado al frente de un juzgado. «Antes todo era más rápido, pero ahora, cuando llegas, el salto no es tan grande», explica. «De todas formas, impone tener que firmar resoluciones y no tener a alguien que firme junto a ti».
Rodeado de un equipo de funcionarios muy jóvenes, Miguel se ha transformado de golpe en su señoría. «Aún me cuesta trabajo que la gente me trate así», confiesa risueño. «Me voy acostumbrando». Sobre él ha caído de golpe el peso de decidir sobre la libertad de los ciudadanos y es consciente de la importancia de lo que lleva entre manos. «A veces no lo puedes evitar y terminas pensando en las consecuencias que tus decisiones van a tener, pero entonces intentas abstraerte y enfocarlo como una decisión plenamente jurídica».
Pese a la buena posición que logró en la promoción, este joven eligió un destino muy difícil, casi un reto. San Javier. Un partido judicial que en los últimos años ha vivido un aumento imparable de la litigiosidad y que reclama a gritos una categoría de magistrado que le dote de mayor personal, mejores sueldos y, sobre todo, de una menor tasa de interinidad en la plantilla. «Creo que es el único partido de España con siete juzgados y sin categoría de magistrado», recalca. «Los jueces aquí no duran mucho y la gente lo que busca es la estabilidad de la plantilla». El órgano que ahora encabeza Miguel Rivera recibió el pasado año más de 2.000 asuntos penales de los cuales 600 aún están 'vivos'. «Este órgano tiene una carga de trabajo muy grande para ser un juzgado mixto», explica. «Además, los asuntos que vemos en San Javier no son los típicos de un juzgado pequeño. Aquí hay un aeropuerto, zona de costa, muchos asuntos ligados al urbanismo...».
Con semejante carga de trabajo, Miguel se ve obligado a abrir huecos en su agenda tirando de tiempo libre. Los lunes y miércoles por la mañana los dedica, junto a su secretaria judicial, Ana Jiménez, a juicios civiles, mientras que los viernes los ha enfocado a juicios de asuntos penales. Las mañanas restantes, las de los martes y jueves, las ocupa en la toma de declaraciones. De este modo, este profesional se ve obligado a estudiar los casos y dictar las sentencias en su casa. «De lunes a viernes no haces nada de trabajo de despacho, así que todo eso lo haces en casa por las tardes o los fines de semana. Es inevitable», reconoce. «La gente cree que los jueces trabajamos poco y cobramos mucho y la verdad es que nada más lejos de la realidad».
Veinte sentencias semanales
Aunque cada caso es un mundo, este juez calcula que dicta unas veinte sentencias semanales -depende en su mayor parte de la dificultad de éstas-. Muchos de los casos, explica, los tiene bastante claros nada más salir de la sala de vistas. «Algunos son tan claros que la sentencia se puede dictar prácticamente en el momento». Otros, sin embargo, requieren de un amplio estudio. «Algunos temas son muy complejos y necesitas dedicarles entre 2 y 3 horas diarias», relata. «La Ley te da un plazo de 20 días, pero puedes pedir una ampliación».
Miguel suele estudiar cada caso, especialmente los penales, tras la celebración del juicio, para mantenerse ecuánime. Más vale prevenir. «Cada uno tiene su propio estilo, pero a mí no me interesa mirar mucho el tema para no ir predispuesto». De esta forma, cuando se le plantea una mañana de juicios, este joven suele llegar al juzgado a las nueve de la mañana y dedica algo menos de una hora a revisar los casos o despachar asuntos del día anterior. Más tarde se calza la toga y se sienta en el tribunal. Su señoría ha cobrado forma.
Este abanillero es uno de los 134 nuevos jueces de la 61ª promoción. La mayoría ronda, como Miguel, los 30 años, pero que nadie caiga en el equívoco. Su juventud no les resta ni un ápice de valía. «Me molesta un poco que la gente se sorprenda, porque es cierto que nuestro sistema hace que los que asistimos de promoción seamos jóvenes, pero también lo es que selecciona a gente con capacidad de trabajo y vocación». Miguel es savia nueva. El juez de hoy... y de mañana.

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