jueves, 10 de septiembre de 2009

España ya está en el Mundial

Cesc se reivindicó en Mérida y marcó un golazo que abrió el camino del cómodo triunfo ante Estonia
IGNACIO TYLKO MÉRIDA/ la Verdad
3-0 - ESPAÑA ESTONIA
España: Casillas, Albiol, Piqué, Marchena, Capdevila, Xavi, Senna, Cesc, Silva (Mata, min. 78, Torres (Güiza, min. 57) y Villa (Cazorla, min. 66).
Estonia: Pareiko, Sisov (Jaager, min. 64), Rhan, Piiroja, Klavan, Zenjov (Voskoboinikov, min. 45), Vunk, Vassiljev, Kruglov, Kink (Lindpere, min. 71) y Oper.
Goles: 1-0. Minuto 32. Cesc. 2-0. Minuto 81. Cazorla. 3-0. Minuto 92. Mata.
Árbitro: Oleg Oriekhov (Ucrania). Tarjetas amarillas a Piiroja, Vassiljev y Rahn.
Incidencias: 14.000 espectadores abarrotaron el estadio Romano de Mérida en una noche tórrida
Dos meses y medio después de caer ante Estados Unidos en semifinales de la Copa Confederaciones, España celebra la clasificación matemática para su noveno Mundial consecutivo, un logro sólo al alcance de los elegidos. Ganó a Estonia en un partido discreto en el que se reivindicó Cesc y Torres se mostró romo, y se aprovechó del tropezón de los bosnios frente los turcos. Podrá irse de vacaciones a Armenia y a los Balcanes, y preparar a conciencia una Copa del Mundo en la que parte como una de las grandes favoritas porque, sencillamente, su centro del campo no tiene parangón. Si acepta la oferta de la FEF, Del Bosque se garantiza un contrato hasta la Eurocopa de 2012.
España ganó con solvencia pero no se empleó con la misma intensidad, empuje y perseverancia que ante Bélgica. Completó una actuación más terrenal en la 'romana' Mérida, donde la afición celebra presenciar fútbol de elite ahora que su equipo, en Primera hace más de una década, sufre arruinado en Tercera. Si el ritmo decrece y la movilidad disminuye, la circulación de balón no puede ser sobresaliente. Fue más un trámite que un choque de competición.
Faltaba exigencia
Quizá por el insoportable calor, por exceso de confianza, porque el empate de los rivales en Zenica despejaba todavía más el camino o porque la Liga y la 'Champions' están a la vuelta de la esquina, el caso es que la selección actuó con el freno de mano echado. Aceleró lo justo para zafarse de unos adversarios correosos, duros, pero muy débiles en el plano técnico. Es cierto que Estonia hizo sufrir hace poco a Brasil pero también se llevó siete ante los bosnios.
Para mantener la cohesión del grupo y tener a todos contentos, sobre todo a un Cesc necesitado de cariño, Del Bosque cambió.
Mantuvo el dibujo del Barça pero introdujo cuatro novedades. Ensayó a Albiol como lateral derecho, donde en el mejor de los casos cumple, ubicó a Marchena en el lugar de Puyol, dio minutos a Senna, todavía falto de forma y hoy por hoy un peldaño por debajo de Busquets, e introdujo a Fábregas por Xabi Alonso. Las rotaciones debilitaron al equipo, pero con matices. El del Arsenal fue el mejor. Estaba cabizbajo, reclamaba más protagonismo y brilló en Extremadura.
Cesc y Xavi fueron titulares en la final de la Eurocopa por la lesión de Villa pero también formaron parte del once que sucumbió ante Estados Unidos en semifinales de la Confederaciones. Desde la maldita tarde de Bloemfontein no coincidían juntos en el arranque.
Son dos futbolistas soberbios pero cuando uno destaca parece que eclipsa al compañero. Esta vez fue Fábregas el que dio un paso al frente, robó, pidió el balón, pasó, encaró y marcó tras firmar una pared estratosférica con Silva, notable pero más discontinuo que en La Coruña. Un golazo que abrió la senda de la victoria y que Cesc dedicó a Miguel Gutiérrez, uno de los recuperadores de la selección. Le faltaba al catalán sentirse protagonista.
Torres, romo
Después de un comienzo titubeante, a partir de los 20 minutos comenzó el asedio, el carrusel de ocasiones desperdiciadas por Fernando Torres. La sequía del madrileño es preocupante. No ha marcado en los ocho partidos de la fase de clasificación y en Mérida erró cuatro ocasiones pintiparadas.
Acabó sustituido por Güiza en la segunda parte. Remató con la tibia y alto una gran combinación entre Cesc, Villa y Silva, estrelló contra el portero un balón de gol brindado por Xavi, tardó en controlar una eternidad un centro de Capdevila y se enredó hasta golpear mal de chilena un envío de Villa. Quizá porque le ven sin tino, algo ansioso, sus compañeros le buscan. Recordó al Torres del Atlético más que al del Liverpool. Pero marca el gol que vale el Mundial de Suráfrica, como hizo en Viena ante Alemania, sus problemas actuales serán anécdota. Y al Niño siempre se le espera.
Tras abrir el muro estonio, la selección española volvió a la calma y la tranquilidad. Se limitó a controlar el balón, a dejar pasar los minutos sin que Casillas se viera inquietado y pudiera completar 57 partidos sin encajar un gol con la selección, un récord que supera al de Zubizarreta. Vicente Del Bosque insistió en los cambios políticos o psicológicos, según se mire. No sólo retiró a Torres sino también a Villa y Silva.
Concedió protagonismo a los asturianos Mata y Cazorla, que le respondieron con dos goles que sellaron el billete para Sudáfrica. Otra noche de buen fútbol de España

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