La afinidad con Joan Laporta dificultó la relación entre técnico y presidente
ÓSCAR LÓPEZ/ RTVE
11.07.2013 - 21:06h
Hasta la fecha, solo dos personas han conseguido desbordar la paciencia de Josep Guardiola: José Mourinho y Sandro Rosell. Para el recuerdo ha quedado la rueda de prensa del "puto amo" que le espetó el ahora técnico del Bayern a Mou en la previa del Madrid-Barça de Champions en 2011.
Más sorprendente es que carge ahora desde la concentración del conjunto bavaro contra quien fue su presidente en el FC Barcelona y tantas fotos se hizo sonriente junto al de Santpedor.
La gota que ha colmado el vaso es una información llegada desde Brasil sobre unassupuestas interferencias de Pep en el fichaje de Neymar, que se ha encargado de desmentir en rueda de prensa, aunque eso solo ha sido la excusa para hacer ver que lo que más le ha dolido es ver cómo se trataba de dinamitar su amistad con Tito Vilanova, su sustituto.
Pero en los dos años de convivencia de Rosell y Guardiola en el Barça pasaron más cosas que hicieron correr ríos de tinta. La buena relación nunca fue fácil, para empezar por la afinidad de Pep con la junta saliente, encabezada por Joan Laporta.
Este ha salido en defensa de Guardiola a través de su cuenta de Twitter con un mensaje en catalán en el que asegura que el técnico se merece "todo el agradecimiento del barcelonismo por el excelente trabajo que realizó, por su honestidad y por los valores que representa".
Pep no veía con tan buenos ojos la forma de dirigir el club de Rosell y su directiva. Dejó para el análisis un mensaje encriptado que muchos aseguran iba para los despachos. Fue cuando felicitó al Madrid por ganar la Liga de su último año, pero añadiendo: "Han pasado muchísimas cosas que hemos escondido por nuestros silencios".
Guardiola, "extenuado"
El propio Laporta en declaraciones anteriores había asegurado que Guardiola se marchó del Barça "extenuado" por tener que dar la cara en asuntos que, entendía, debían ser competencia de la directiva, como salir al paso de las acusaciones de dopaje o de urdir tramas arbitrales.
Al entrenador tampoco le sentó bien que tanta mesura en esos asuntos se convirtiera en todo lo contrario cuando Rosell anunciaba, a la víspera de un 'clásico' que el Barça le metería al Madrid "cinco, para no perder la costumbre".
En lo meramente deportivo, a Guardiola siempre le pareció que el fichaje de Cesc Fábregas tendría que haber llegado un año antes y nunca llegó el central que reclamó en los dos años que coincidió con el actual presidente.
Pero el malestar iba en dos sentidos y Rosell, que siempre tuvo en la mente la afinidad Guardiola-Laporta, nunca entendió que el técnico siempre se hiciera de rogar a la hora de negociar su renovación.
Dardos desde la distancia
A la hora de anunciar su salida, después de meses de "tira y afloja" entre ambas partes, Rosell anunció en la misma rueda de prensa que el sustituto sería Tito Vilanova. A Guardiola no le sentó nada bien enterarse ese mismo día de que su ayudante iba a ser el designado.
Sin embargo, las muestras de distanciamiento no terminarían con la marcha de Pep a Nueva York. A modo de anécdota, Rosell ordenó retirar el pasado mes de mayo una pancarta de apoyo al exentrenador en el Camp Nou antes del partido contra el Betis, alegando que tapaba un anuncio publicitario.
Tampoco debió sentarle bien que el portavoz de la junta directiva, Toni Freixa, dijera que Tito Vilanova ganaba todas las comparaciones con Guardiola, un halago que el propio entrenador actual del Barça se encargó de rechazar para no terminar de enturbiar una relación que se había enfriado con la distancia, como se encargó de admitir el gerundense.
"Se han pasado de la raya utilizando la enfermedad de Tito Vilanova para hacerme daño. Eso no lo olvidaré nunca. Porque yo a Tito Vilanova lo he visto en Nueva York, y si no lo he visto, es porque no ha sido posible, pero no por mi parte". ¿Por parte de quién? De nuevo los silencios de Pep abren el debate.
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