Una exposición muestra la vida de los últimos pescadores del Mar Menor
24.12.12 - 00:36 -
ALEXIA SALAS | SAN JAVIER./ La Verdad
El blanco y negro ha bastado al fotógrafo José Luis Villaescusa para capturar los claroscuros de la vida de los pescadores más veteranos de la laguna. Bajo la máxima de Picasso -«el color debilita»- los retratos de los 19 pescadores de la exposición, que se puede ver hasta final de mes en el vestíbulo del Consistorio, revelan la dureza de vivir en el mar, la adicción al arte de la pesquería, y los surcos que les ha dejado la sal en cara y alma.
Cientos de anécdotas que el fotógrafo ha recogido en un catálogo junto a sus imágenes. Detrás, horas de charla sobre cómo ha cambiado la vida. «Estoy muy orgulloso de los testimonios, porque se hubieran perdido», explica el fotógrafo pinatarense. Los pescadores han compartido con él cómo «desembarcaban en La Manga a comer, a coger leña o bolas de posidonia para el fuego, porque pasaban muchas horas y días a bordo, ya que era una pesca 'a la espera'».
Según los protagonistas, siempre se desplazaban a remo. «Hacía mucho frío y andábamos descalzos sacando los boquerones uno a uno de la red; a veces teníamos que meternos a hacer fuego en un aljibe para ahuyentar a los mosquitos. Fue la época más dura de mi vida», cuenta Enrique Peñalver, que después se dedicó a picar túneles y a navegar por mares mayores.
Los temporales les obligaban a refugiarse en las islas Perdiguera o Barón, donde cogían setas y buscaban piezas abandonadas en el coto de caza. «Salían a pescar mújol, anguila y langostino el domingo por la noche y volvían a casa el jueves siguiente, dormían en casetas de madera en la playa, pero a Maestre no le gustaban, y les dejaban dormir en unos barracones de madera donde guardaba las mulas con las que transportaba la sal. A veces usaban un aljibe vacío que había junto al faro del Estacio para dormir. Maestre dejó a algunos dormir en la casa», cuenta Villaescusa.
De las batallas contadas por los pescadores recuerda que «casi todos han sufrido naufragios. Todos dicen que los levantes del Mar Menor eran más fuertes y a veces tenían que quedarse en una isla varios días». Difícil de olvidar es el testimonio de Juan José Sánchez, 80 años, embarcado a los 9 como grumete: «Era una Nochebuena, tenía yo 12 años y navegaba con un pescador adulto cuando volcó el bote. Como el hombre no sabía nadar, tuve que arrastrarlo hasta la orilla de La Manga después de seis horas en el agua». Se desmayó en la arena y volvió a despertar en el hospital. Juan José permaneció ciego casi dos años a causa del esfuerzo.
Machismo en el mar
A pesar de las adversidades, Villaescusa cree que «son gente felicísima, supervivientes. No tenían tiempo de deprimirse. A todos se les ilumina la cara hablando de la vida en el mar. Ha sido su juventud y están orgullosos». Como lo están Angelita Pérez e Isabel García, que se han echado al barco cada vez que ha sido necesario, a pesar de la resistencia machista de los hombres del mar. A cambio, el Mar Menor les ha dado el alimento de sus familias y unos amaneceres que nadie más han visto. A todos les recorre la misma pasión que a Antonio Montesinos: «Tengo la necesidad de ver el mar todos los días».
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